Mujer sosteniendo hojas de otoño frente a su rostro con un entorno lleno de hojas doradas, destacando el color avellana de sus ojos.
Ojos color avellana entre hojas doradas del otoño, una mirada que cautiva con sutileza.

 

Hay quienes entregan cientos de flores durante toda su vida, con membretes de distintos nombres.

Jamás había entregado ramo alguno en mi existencia, rotundamente finita.

Carece de sentido tal resolución, o fue una exquisita decisión de mi alma esperar tantos años, como lunas y amaneceres.

Parece mentira que, una noche, lloraba pidiéndole al destino que me diera certeza de que no lo había soñado en invierno.

Despierto sonriendo sin razones ni respuestas elocuentes. Me despierto en la rutina de la cotidianidad, pero allí estaba.

La sensación de que buscaba todo y a la vez nada, en el silencio de tantos desintereses.

Esperé tranquilo en cada sueño, creyendo que le volvería a ver en uno de esos.

Me palpitó el alma, y me hice una pregunta muy sensata:

—¿Estoy soñando?

Yo no me di la respuesta…

Ella simplemente dijo:

—No, no estás soñando.

Es la metáfora hermosa de que todos, alguna vez, encontraremos ese rincón del universo donde, si somos fuego, arderemos; si somos agua, inundaremos; si somos viento, volaremos.

Si me pellizcas, pensaré que sigo dormido, pero despierto está el corazón cada vez que encuentras el alma a la cual entregarle.

Tus primeras flores.

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