nombre femenino
Inspiración del artista o escritor

¿Qué es este ser elevado, único en su cósmica forma, con silueta y definición humana pero fragmentos universales que trascienden tiempo y espacio? Un susurro de mi petición al universo para concretar cada aspecto único de la feminidad.

Condenado me encuentro eternamente a sus besos infinitos, que tienen el poder de despertar a la bestia, al lobo solitario que decidió poseerla en cuerpo y alma hasta agotar mi existencia, sin omitir nada entre la delicadeza y el profundo placer.

Sus pieles son calles, la ciudad más hermosa del continente europeo, donde la temperatura puede suavizarme el alma. Encuentro las maravillas del mundo entre sus poros; fotografiando su desnudez natural, encuentro sentido a los sentimientos profundos y al placer orgásmico.

No puedo comparar todo el sexo de mi vida con la bendita elevación de mis sentidos cuando me fusiono con ella, entrelazando manos, recorriendo su vientre, besando su cuello y condenándola a las posiciones que son nuestras favoritas.

La dualidad es un misterio resuelto por pocas almas; el amor es un souvenir que viene incluido al encontrar fuego, gracia y caricias en la misma luna. Le aúllo a diario cada vez que sale a iluminar mi noche. Cuando me desnuda con la mirada, hago todo lo que sus pupilas me solicitan. Encajo mis extremidades como la naturaleza animal lo demanda.

Y ella siempre me demanda dentro de su húmeda alma, que chorrea como las cataratas del Niágara. Debe ser mi forma de tocar el piano entre sus muslos, un Ludovico con gemidos entrelazados en un aura de paz caliente.

La nueva sinfonía se vuelve su favorita, siendo su dueño y ahora ella mi musa. La que todo artista puede encontrar una vez en una o muchas vidas. La esencia del talento innato de cantarle a los ángeles o pintar a los demonios. Yo encontré ser el equilibrio entre la dualidad cósmica.

Siento su cuerpo mojado, pero eso para mis labios no es un problema, es más un dulce privilegio. Las sábanas se impregnan del vinotinto y el transparente líquido en su alma. Se me duerme la lengua luchando como los científicos, descubriendo nuevos elementos entre sus carnosos labios.

Puedo percibir el aroma que emana, en millones de años luz entre galaxias. Afortunadamente, esta noche se encuentra entre mis sábanas, yo dentro de sus ganas, embistiendo su recital de aforismos de placeres. Me prohíbe detenerme, tomo aire profundamente y me aferro a seguir la música de su garganta.

Si esto fuera una batalla, las rondas no bastarían. Si su sabor fuera un licor, me embriagaría con tan solo una gota. Mirarla a los ojos, mordiéndose los labios y diciéndome sus diminutivos favoritos solo endurece mis herramientas humanas para provocarle placer.

Justamente la herramienta que acabo de evocar en tu mente.

Esa que tanto disfrutan las mujeres, pero que no siempre saben usar en su contra.

Mi musa lo sabe todo, se arrodilla ante su señor lobo. Para disparar un cóctel más a sus comisuras manifestantes, exigentes de sabores dulces. Mis manos en su juicio toman vida propia detrás de su cabello, la ayudan a atragantarse en la suave sustancia.

Sus expresiones solo me dicen cuánto lo disfruta, y no hay tiempo en una noche donde no quieres que ninguna sensación se limite, donde todo lo que quieres es ver el sol amanecer mientras ella gime de tanto gusto y placer.

Inspirarme en sus senos, escalar sus caderas, quemar cada lunar con un beso. Hacer un exquisito entre mis manos y sus nalgas o su sexo. Amasar una nueva receta mientras mi lengua se manifiesta donde no recibe luz su alma. Que frunza sus labios, que me pida más cargas, que las paredes hagan eco de sus contorsiones. Y los vecinos se enteren de que algún dios y una diosa escaparon del Olimpo.

Cabalgando el reloj marca la medianoche, y justo sobre mí suenan sus choques enloquecedores. Deliro por su violenta benevolencia, sutil cuando quiere, salvaje cuando le da la gana. Y ambas sabe encauzarlas bien, mientras sus dedos entran en mi boca, y los míos donde puedas imaginarlo.

La diosa baila para mí al ritmo de las llamas del infierno que hemos creado entre las sábanas y el sudor sin pudor. La música tántrica se sincroniza y ella se vuelve una pitonisa. Adivina mis movimientos, incluso al tenerla en cuatro estaciones y entrelazarla del cabello, impulsando sus manos a la espalda para hacerme de todo el poder.

En esta forma dominada, canta gritando que libere en ella todo mi ser. Y al borde de la locura, una vez más su señor lobo explota en certeras ráfagas de crema de vainilla que embadurnan constelaciones enteras a lo largo y ancho de su apretada piel.

Es eterna una noche en la que le haces el amor a una deidad que no se cansa ni con tus embestidas más salvajes, que llevan tu corazón a un precipicio y a tu éxtasis lo drogan de placeres.

El gusto que tengo al sentirla es casi imposible de describir en letras de cualquier lengua, pero sé hablar ruso muy bien entre su piel desnuda, agradeciéndole en el idioma eslavo cuánto disfruto comérmela con las manos desnudas, sacando cremas de sus zonas erógenas.

La enaltezco cuando grita mi nombre mientras siente los ‘squirtings’ más sensacionales de su existencia no humana, descubriendo los secretos a los que estaban expuestos los seres humanos.

Así, en un acto antes del amanecer, me aferro bien a ella, abriendo sus tobillos con mis manos bestiales, para impartir un castigo de sabor a miel en el centro mismo de toda su piel. Hasta que, sincronizadamente, caemos juntos en el privilegio de gemir mutuamente nuestros nombres a flor de piel. La miro fijamente a los ojos y sello el pacto para muchas noches con un beso en el borde suave de su cuello y labios de exhausta diosa mujer.

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1 comentario en «Musa»

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